Estudiar te resulta muy complicado, pero te sabes de memoria tus 100 canciones favoritas y qué sucedió en la boda de la última estrella de cine. Los programas donde se habla de la vida de los famosos no te “gustan”, pero los ves todos. Pero no te preocupes, no estás solo. Como tú, el resto de humanos también tenemos un “síndrome de diógenes” con la información, sobre todo la referente a otras personas. Ahora, gracias a un estudio, la ciencia nos explica por qué nos gustan tanto los cotilleos.
¿Por qué nos gustan tanto los cotilleos?
Por un lado, esto se debe a que los humanos somos curiosos por naturaleza. El dicho “la curiosidad mató al gato” se aplica más en humanos que en esos felinos que se pasan la tarde durmiendo. Y, aunque nos puede causar algún mal, es lo que nos ha llevado hasta donde estamos. Sin embargo, hay una razón más “científica”.
Y es que, según parece, la información actúa sobre nosotros como si de una recompensa se tratase. Lo que supone que generamos dopamina “la hormona de la felicidad” cuando nos dicen algo que no sabíamos. Por lo que reaccionamos a la información (por tonta que sea) como reaccionamos a un plato de nuestra comida favorita.
La información también puede ser un vicio
La investigación, llevada a cabo en la Universidad de California en Berkeley y que podemos encontrar en PNAS, demuestra que nuestro cerebro trata la información como el dinero o la comida. Pudiéndonos hacer “adictos” a ella. Lo que serviría, en un futuro, para conseguir una explicación a la forma en la que consumimos la información.
Algo que vendría acompañado de la posibilidad de tener una explicación (y posterior solución) a las adicciones, entre ellas, la digital. Aunque no sería la única, ya que, por ejemplo, la adicción a la comida funcionaría de forma similar.
A todos nos pasa
Otro de los resultados que ha arrojado el estudio es que se trata de algo común para todos los seres humanos. Lo que explica, por ejemplo, por qué nos gusta saber las probabilidades de ganar la lotería aunque no juguemos. De modo que participar (y querer enterarse) de todos los cotilleos posibles es algo normal e innato en nosotros.
Imágenes: Pixabay y Unsplash