De pequeño seguramente no te gustase el brócoli, la remolacha o las zanahorias. Y ahora mírate, comiendo cinco piezas de verduras al día. Pero ¿por qué ese cambio? Y, antes de que lo digas, no, no es por tu estilo de vida healthy y fitness ni por tener una figura de 10. Si antes odiabas las verduras y ahora te encantan, la explicación es diferente.
La culpa la tiene nuestra lengua
Porque, algo que seguramente sabrás, es que en la lengua están los principales responsables de identificar los sabores, las papilas gustativas. Sin embargo, lo que igual no sabes, es que, cada dos semanas aproximadamente, las papilas se regeneran por completo. Es decir, cada dos semanas aproximadamente, todas nuestras papilas gustativas son sustituidas por unas nuevas.
Estas papilas nuevas, con el tiempo, van perdiendo sensibilidad. Lo que supone que, a medida que vamos sumando años, nuestro sentido del gusto pierde «potencia». Haciendo que los sabores más fuertes se moderen.
De pequeño odiabas las verduras y ahora te encantan
Sin embargo, esa sustitución no es el único motivo de que nos cambie el gusto. Además, está el factor «recuerdos». Algo que seguro te resulta familiar si nunca volviste a comer paella después de aquella que te hizo estar una semana en la cama. O ese pescado que te sentó mal y no has vuelto a comer.
De modo que, además de nuestras papilas, nuestra memoria nos puede hacer querer (o rechazar) una comida. Aunque ojo, porque esto también funciona en el sentido contrario, es decir, si asociamos alguna comida con experiencias positivas, la próxima vez que nos la llevemos a la boca nos gustará más.
El hábito sí hace al monje
Además, según parece, cuantas más veces comamos un alimento, más se acostumbra nuestro cuerpo a él. De modo que otro de los motivos por el que odiabas las verduras y ahora te encantan es porque llevas años comiéndolas. Y, con el tiempo, te has acostumbrado a su sabor.
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