Más allá de nuestras fronteras, somos conocidos por el flamenco, el jamón, la paella, nuestros grandes equipos de fútbol, el sol y la playa. Estas son las primeras palabras con las que un extranjero relaciona España. Hasta aquí, nada nuevo.
Si además esa persona ha visitado alguna vez nuestro país, hay muchas probabilidades de que nos asocie a bares de tapas, a la comunicación en voz muy alta (o a gritos , según algunos) , la siesta y nuestros horarios tardíos para la cena. Tampoco algo que nos pille de nuevas.
Sin embargo, hay ciertos hábitos de nuestro día a día que ya hemos dado por naturales y que llaman muchísimo la atención a los forasteros. Sorpréndete con ellos.
Comprar el pan cada día
Fue la primera tarea que te encomendaron tus padres cuando tenías menos de 10 años (y el cambio era para ti). Lo has vivido desde tan pequeño que no te has planteado que, en multitud de países, lo de comprar una barra de pan cada día está fuera de su rutina. Como mucho, un pan de molde de 1 kilo a la semana para toda la familia.
Ventilar la casa
La sana costumbre de abrir las ventanas por las mañana, ya sea verano o invierno, para que entre aire fresco en la habitación donde has dormido, no es una costumbre mundial. ¿Crees que un país que acondiciona el baño con moqueta se preocupa por los ácaros y el polvo? No, esto es algo «muy nuestro».
Llamar «guapa» o «cariño» a un/a desconocido/a
Es posible que tú no lo hagas, pero seguro que a ti no te sorprende que esto pase. Que en la frutería te digan «qué te pongo, guapa?» o que alguien se dirija a ti con un apelativo cariñoso, sin conocerte de nada, te gustará más o menos, pero no te coge por sorpresa. A los extranjeros, sí. Y mucho.
El espacio personal
Muy relacionado con el caso anterior. En España nos tomamos unas confianzas que desorientan a nuestros invitados. No es nada extraño que un desconocido te coja el brazo mientras te habla o te de una palmada en la espalda. Somos un pueblo muy cercano… a veces, demasiado.
El bidé
Es cierto que está en desuso pero, no hay hotel de lujo en España, que no tenga su bidé. Según la RAE , es una «pila baja destinada al aseo de las partes íntimas«. Al menos en las zonas de costa, sabemos que los extranjeros lo usan para limpiarse la arena de la playa de los pies. En el resto del mapa nacional, desconocen qué hace eso ahí.
El suelo de los bares
Cualquier persona con cierta experiencia en bares sabe que, el que tiene más papeles, bigotes de gamba y palillos en el suelo, es el que mejor tapas sirve. Aléjate del que esté impoluto y limpio porque eso es que no está «vivido». Vamos, que a más sucio, mejor clientela. Intenta meterle eso en la cabeza a un japonés.
Los niños en el bar
Lo creas o no, no todo el mundo ve con buenos ojos que los carritos de bebés entren en el bar y que los niños correteen cerca del alcohol. En muchos países el acceso a los bares está estrictamente regulado para mayores de edad y la presencia de menores, aunque sea acompañados por sus padres, es inconcebible.
Las persianas
Esas grandes desconocidas más allá de Los Pirineos. Si vives en un país donde, a tu hora de despertarte aún no ha salido el sol y a la hora de irte a dormir ya se ha puesto, ¿para qué las quieres? Si a esto le sumas que no has descubierto el placer de dormir una siesta durante las horas del día, ni te lo planteas.
Dar dos besos a desconocidos
Bueno, es que si nos acaban de presentar, ya somos conocidos, ¿no? Al menos en esto no estamos solos, nuestros vecinos franceses dan tres y los italianos también usan un par (desde el lado contrario, eso sí). En cualquier caso, ándate con ojo porque en algunas culturas no solo es chocante sino hasta ofensivo.
La sobremesa
Tan desconocida es la costumbre de reposar la comida echando un rato de charla sentados en la mesa que la palabra «sobremesa» ni siquiera tiene equivalente en inglés. A ver, ¿qué puedes esperar de nuestros compañeros europeos que comen un sandwich a toda prisa a mediodía a modo de comida?
El bañador es para el agua
Esta frase a ti te parece una obviedad y hasta una reiteración. No todo el mundo lo ve igual. Son muchos los que piensan que, con un bañador de bermudas, puedes coger un vuelo, ir al supermercado, dar un paseo o incluso entrar en una discoteca.
Vestir de acuerdo a la estación
En invierno hace frío y en verano hace calor. Y en las estaciones de transición, primavera y otoño, ante la duda te vistes de acuerdo a lo que marca el calendario (que no el termómetro). Un día especialmente caluroso de primavera sales con pantalón largo , porque aún no es verano. Y un día de lluvia en agosto, tú sales con sandalias, porque es verano. Está escrito en piedra.
La propina es voluntaria
También aquí sentencia la RAE: «Agasajo que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio.» Si el servicio te ha satisfecho, propina; si no, «hasta luego». La propina es una gratificación y no una obligación.
Invitar a cerveza al técnico
Te vas a acordar de toda su familia cuando te de la factura y te cobre la mano de obra, pero si el técnico de la lavadora, el fontanero o un albañil viene a casa a hacerte un arreglo, tú le ofreces una cerveza, porque es de buena educación. Y da igual si son las 11 de la mañana y está manejando herramientas. Eso es así.
Las fiestas populares
Tenemos más fiestas que días tiene el año. Esto no es un hipérbole, es cierto como la vida misma. Si echas un ojo a la página de Turismo de España, descubrirás listadas casi 300. Cuenta la leyenda que dejaron de contarlas porque solo con «las fiestas de mi pueblo» que hay en el mes de agosto, se sumaban más de dos mil.
Señoras fregando el portal de su casa
No en vano la fregona es un invento español. Aquí somos muy apañaos en cuanto a la limpieza (salvo en lo expuesto anteriormente sobre el suelo de los bares…) y cuando se trata de limpiar tu casa, lo haces hasta la calle. El trozo de acera que rodea tu portal es tan tuyo como el propio portal.
Fotos: Pixaby / Unsplash